Juan registra el largo discurso de despedida de Jesús antes de que él y sus discípulos se retiraran al Huerto de Getsemaní. El traidor traiciona, y comienza una noche de juicios ilegales. De Caifás a Pilato, pasando por Herodes y de vuelta a Pilato, la farsa de los procedimientos legales culmina en la condena de blasfemia y sedición de Jesús. El veredicto se ejecuta con la crucifixión, que conduce a la muerte y sepultura de Jesús.
Jesús regresa a la higuera para dar una lección a sus seguidores. Enseña en los atrios del templo usando su método típico de parábolas. Desde la parábola de los labradores hasta la parábola de la fiesta de bodas, Jesús presenta su reino venidero frente a la abierta oposición de las autoridades religiosas.
Con ramas de palma ondeando, Jesús entró en Jerusalén como rey a lomos de un pollino. Los judíos habían esperado años a su rey—cientos de años—y ahora la historia se cumplía con la venida de Jesús como Rey de reyes. Revisemos los hilos de la realeza que recorren el Antiguo Testamento y que finalmente apuntan a Jesús.
En el Apocalipsis, el apóstol Juan es transportado al trono celestial para ver lo que está por venir. Dios Padre, armado con un rollo sellado, hace llorar a Juan al no encontrar a nadie que pueda abrirlo. ¿Por qué llorar? ¿Qué contiene este rollo y cómo nos lleva a todos a adorar?
El conflicto existente sobre la fe en Jesús se amplió con su declaración como la luz del mundo. La autoridad divina de Jesús, su unidad con el Padre y la necesidad de creer en Él para evitar morir en pecado llevaron a muchos a poner su fe en Él.
Con el conflicto en el aire, Jesús invita a todos los que tienen sed a venir a Él y beber, haciendo referencia al Espíritu Santo, que saciará y sustentará. Algunos creyeron que Él era el Mesías, mientras que otros dudaron, lo que nos obligó a todos a tomar una decisión con respecto a la fe en Él.
Únase a nosotros en la temporada navideña mientras examinamos cuidadosamente los pasajes que explican el nacimiento de Jesús, desde el nacimiento prometido de Juan el precursor hasta la visita de los Reyes Magos de Oriente. Sumérjase en la alegría del nacimiento del rey prometido.
Durante cuatrocientos años, Dios estuvo en silencio. No levantó a ningún profeta para que hablara en su nombre. Simplemente esperó el momento perfecto para enviar a su Hijo. En la plenitud de los tiempos, el grito de Jesús rompió el silencio del Padre y toda la creación se regocijó. Sintonice para la culminación de nuestra serie navideña en la que viajaremos del Antiguo al Nuevo Testamento.