Y las multitudes que iban delante y detrás de él gritaban: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!".
? Mateo 21:9, NVI
Qué especial fue este día en el ministerio de Cristo. Mientras Jesús entraba a Jerusalén, se cumplía en ese preciso instante una profecía poco conocida del profeta Zacarías. Unos 500 años antes, Zacarías escribió: «¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, hijo de asna» (Zacarías 9:9, NVI).
El pueblo se regocijó. Acompañaba sus gritos de alabanza el ondear de ramas de palma. Las ramas de palma, o frondas, tenían un significado especial para los judíos. Desde que el Imperio Romano comenzó a oprimir al pueblo judío, ondear las ramas de palma les indicó la esperanza de libertad. Agitaban las ramas recordándose a sí mismos y entre sí que su lucha no sería eterna. Anhelaban la aparición del Mesías para derrocar al gobierno romano, eliminar toda opresión y establecer su independencia. Se habían convencido de que el Mesías sería un conquistador revolucionario que los libraría de todos sus enemigos y les daría una vida mejor.
Sin saberlo, agitaban sus palmas ante Aquel que les ofrecería la liberación que tanto necesitaban. Sin embargo, lo que no sabían es que Jesús les ofrecería la liberación espiritual que les daría la vida eterna.
La Entrada Triunfal, como se la conoce, presagia otra profecía que aún no se ha cumplido. No es casualidad que los judíos dijeran: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!». Un día, un remanente de judíos dirá exactamente lo mismo a Cristo al verlo aparecer victorioso en su Segunda Venida (Mateo 23:39).
¿Cómo está usted viviendo su vida de una manera que refleje que ha recibido la liberación espiritual que sólo Cristo ofrece?
¿Cuáles son las formas en que usted incorpora la adoración a Cristo en cada día?
Padre, te alabo porque me diste la manera de conocer a Jesús y reconciliarme contigo. Te estoy muy agradecido y anhelo adorarte de nuevas maneras cada día. Ayúdame a honrarte y glorificarte. En el nombre de Jesús, oro. Amén.